jueves, 9 de febrero de 2012

Me das la vida.

Y es que, te quiero. Soy tan felíz contigo, amor. Tengo tanto miedo. Sí miedo, miedo a que ésto algún día acabe, miedo porque me volveré totalmente loca, miedo porque es peligroso amar como yo te amo, cariño. Porque eres mortífero. Pero no puedo dejar de amarte, es más no quiero hacerlo, quiero tenerte cada día, hablar contigo hasta las 2 de la madrugada teniéndome que levantar a las 7 y que no me dejes colgar. Me gusta. Es especial, mágico, irreal... Algo tan insignificante como tomar pizza en el coche, para mí es el mejor plan, hacer el amor en cualquier descampado, o simplemente escucharte decir mil tonterías, éso es genial. Que me hagas un sandwich por las mañanas y me preguntes si lo quiero con queso, que me rasques la espalda o me toques el pelo. Que odies mi perfume sólo porque cuando nos peleamos no puedes parar de olerlo. Me enloqueces cuando te marchas y te das la vuelta sólo para mirarme, o que te quedes parado un rato para verme marchar. Pero lo haces más aún cuando caminas de espaldas con esos pitillos vaqueros y ésa sudadera Adidas, o con cualquier otra. Y es que en tu cuerpo cualquier prenda la haces deseable, eres la puta perfección. No puedo dejar de adorarte. Es más no lo haré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario